jueves, 26 de julio de 2012

Violentos

(Cualquier error o cosa por el estilo, pásenlo que esto está sin editar)
Primera redacción o primera parte (Cómo quieran).

Esta es una historia de mierda no muy diferente a la de las personas que leen estas líneas. Violentos, como los cambios de humor de mi madre o la invasión de centros comerciales a mi barrio, así fueron los días siguientes al fin de clases. Mis ganas de encontrar un rostro blando poco huesudo en el cual incrustar mi preciado puño derecho se incrementaron tras averiguar que Gonzalo comenzaba a salir con “mi chica secreta”. Era tanto el secreto que ni ella no sabía.

Esta historia comienza varios meses atrás. Era septiembre, y en el barrio de mierda en el que crecí corrían 2 fuertes rumores. Número 1: el director del colegio en el que estudié había robado cierta cantidad de dinero destinado a algunos arreglos de infraestructura. Cosa poco importante, terminé la secundaria hace un par de años. El segundo rumor giraba entorno a la llegada de nuevas gentes al barrio. Dicen que estos “tíos” tienen una hija bonita. Cosa que me parecía interesante.

A Cabezas y a mí nos gustaba (y sigue gustando) sentarnos frente a la tienda del “Chino” a hablar de cualquier “huevada” (en sentido figurado). Llego. Tomo asiento en la vereda. “Habla, Loco” “Qué hay, Cabezón” El saludo de siempre. Pd: Mi amigo apellida Cabezas, pero no por eso le decimos “cabezón”, sino por la sobredimensionada estructura craneal que maneja. Lo de su apellido... resulta cómico. Cosas del destino, supongo.

Convencí al Cabezón de ir a ver la mudanza de los nuevos residentes del barrio. El camión que traía sus cosas se encontraba cruzando la parte central de la carretera del este, y de él descendían los muebles aparentemente nuevos. Por cierto, este barrio se llama Corazón de Jesús y yo vivo a unas cuadras de este lugar, en la zona de La gruta. Ahora, si bien la distancia no es mucha, la diferencia sí. Uno es más “ficho” que el otro.

Hacía calor y entramos a una tienda. Buscábamos una gaseosa y una botella de agua. Vimos los estantes para escoger qué comprar , mientras tanto la dueña de la tienda nos miraba desconfiada. Mi amigo cogió su botella de agua y yo me desanimé de la gaseosa a causa del precio. Dejé la que había cogido y pregunte “señora, ¿tiene otra agua más helada?...” Cortante dijo que no. “... y, ¿alguna otra bebida helada?” “Nada, solo lo que ves” Veía un par de botellas de algo detrás de ella, en la hielera. Simplemente no quería atenderme. Cogí el agua, le pagué, se cobró y me fui. “Puta, como si le fuese a robar...”

El agua me supo amarga y no había comprado esa mierda de manantial.

“Un nueve - dijo Jhon (así se llama el cabezón) -, yo creo que es un nueve, algo me lo dice” “¿Tú crees? A lo mucho puede ser un siete, o tal vez un ocho, aunque no creo”.

Para que se ubiquen... Nosotros ideamos una forma de clasificar a las chicas en base a lo bonitas que sea, usamos una escala numérica que va del 1 al 10. Entre el 1 y el 4 se encuentran las chicas normalmente feas, nada fuera de lo común pero claro que en distintos grados (desde un “me es indiferente” hasta un “esa chica no es tan fea”). En el 5 se encasillan aquellas “flacas”  (sí, flacas) que son normalmente bonitas, o sea un “o sea no es fea, pero tampoco demasiado bonita”. Cuando hablamos de un 6 o un 7 hablamos de belleza en alto grado, algo que se ve a primera vista, de forma inmediata. El 8 es un número especial, pues combina bello rostro, estructura y forma (sobre todo forma, si saben a lo que me refiero). El 9 es el grado máximo de belleza, pese a que en teoría exista un 10. El 10 es un ideal, un sueño, una ilusión, es... es... es ¿Cómo se llama la chica que sale en Transformers?... Ella... Y dudo que una chica así pise este barrio.

Volviendo a lo nuestro... “Sí, a lo mucho un 7”

Seguíamos bebiendo agua bajo el sol de media tarde cuando “Ojitos” llegó corriendo. “¡Oe, loco! Vamo’ al cole, están sacando a director a la fuerza. Se armó la buena, está la policía, el serenazgo ,,,” En realidad no me interesa nada de eso, no tengo apego por nadie en ese colegio. “Está la prensa, conchesumare, y la vieja de uno de los huevones de quinto les dijo que el auxiliar está de compinche del director. Lo quieren sacar por las huevas”. Sigue sin importame, pese a que conozco al auxiliar. Cabecilla no estudió ahí así que como si las huevas. Ya casi no había muebles que bajar del camión de mudanza y la nueva vecina no aparecía. “Están guerreando (*) los que quieren sacar al director contra los que no. Estamos bien, pero los de quinto mandaron a llamar a la gente de Camuflaje (**) ….”. Seguía sin importarme y la chica seguía sin salir. “... entre ellos está tu ‘causa’, el Negro”  “Oe, Cabezón - le pasé la voz -. Cómo van a sacar al auxiliar si ese tío es chévere. Vamos con la gente del cole...”

Me convencí, estábamos listo para irnos cuando la vi. Ahí estaba ella, la chica nueva, saliendo de su bonita casa con un bluyín cubriendole las piernas y una blusa blanca sobre su pálida piel...

“Oe, Cabezón - le volví a pasar la voz -, ahí va tu nueve”. Reímos, caminamos y luego comenzamos a correr. En el camino le dije a Jhon que era un mal informante. “Una cagada tus fuentes” “Oh, putamadre... Me mintieron, no era un nueve sino un dos - reímos rápido -. ¿Tú cuanto le pones?” “Sabes... Estoy comenzando a pensar que deberíamos usar negativos en la escala” “A la...¿Tanto así?” “Corre, ¡mierda!”

Tras unos minutos llegamos al cole.

(*)   Lanzarse piedras y demás objetos contundentes.
(**)  Pandilla local